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Comprender mediante el idioma

Nombre de la columna:                                 Chispitas de lenguaje

Columnista:                                                        Enrique R. Soriano Valencia

Correo electrónico:                                       sorianovalencia@hotmail.com

Comprender mediante el idioma

Múltiples problemas nos agobian hoy. Entre la pandemia, la crisis económica mundial –producto del freno en seco de todas las economías– y violencia por las calles a causa de la delincuencia organizada. Para colmo, estamos desorientados, por permanecer recluidos tanto tiempo para evitar contagios.

En ese marco, recibimos un mensaje de un amigo. En él nos dice: «Te necesito: estoy en la sima». Entonces, nos sentimos aliviados porque al fin alguien nos arroja un cabo. No leer pendientes de la ortografía nos ha tendido una trampa: no nos informa nuestro amigo que lo alcanzó el éxito, sino que, al igual que nosotros, está en el hoyo (una cavidad honda y profunda en el suelo).

Las palabras homófonas son vocablos que se pronuncian igual, pero se escriben diferentes. La modificación hace que su significado también varíe. Ello obliga, entonces, no solo a estar pendiente de cómo escribimos sino también cómo está escrito un vocablo.

En otros tiempos se contaba un chiste para hacer consciente al ejecutivo de lo imperioso de revisar lo trascrito por su secretaria. Se decía que un juez resolvió un caso de esta forma: «Inocente, imposible ejecutar sentencia». La secretaria, poco habilidosa en redacción, no identificó dónde colocar la coma y la incluyó después (porque no le faltó el aire antes). La sentencia quedó: «Inocente imposible, ejecutar sentencia». ¡La secretaria trasformó totalmente el veredicto! Pero ahí no acaba el problema: si el ejecutivo no tiene idea de ortografía o redacción, jamás identificará los errores.

Los casos anteriores hacen reír. Son ejemplos de problemas ortográficos y de puntuación, pero yo padecí algo similar por un significado diferente de una palabra. Llamé a una oficina y pregunté por una persona: no se encontraba. La señorita que respondió al teléfono me indicó muy amablemente: «El licenciado está hasta las 15:00 horas». Como llamé muy temprano, supuse que me hacía entender de su llegada más tarde y que después de la hora indicada no lo encontraría. Entonces me comuniqué nuevamente a las 14:30 hrs. y resulté regañado: « ¿No le dije que estaba hasta las 15:00hrs?». El tono insolente me incomodó mucho. No se percató que estaba usando la palabra hasta con sentido de desde, a partir de, que no le corresponde, pues es opuesto a su significado original (límite).

Para interpretar correctamente una idea se conjugan diversos factores: la puntuación (reflejada en el pausado), la ortografía (enunciada en la forma como se escribe un vocablo) y el significado de la palabra. Sin dominar los tres elementos, francamente estamos en condición de desventaja frente a quien sí los maneja. El lenguaje debía ser prioritario para todos.

Nuestro idioma es muy rico y, por ello, tiene muchos detalles por definir o explorar. Asistir a la escuela solo para acreditar materias es una falsa meta. El propósito debiera ser aprender, particularmente el idioma. Eso permitirá comprender mejor matemáticas, biología e historia. El idioma y su debida interpretación es la base de nuestro pensamiento… de entender la realidad.

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